Si nos organizamos, cuidamos todxs: del ideal a la realidad de los cuidados

La indefensión de las personas cuidadoras como consecuencia del individualismo y la falta de políticas de cuidados.

Lamentablemente, cuando hablamos de políticas de cuidado y cómo se protegen y se garantizan los derechos de las personas que cuidan, a una grandísima cantidad de países le cae el saco de la omisión o, de plano, el abandono consciente de esta responsabilidad. Pero pasa que gran parte de la sociedad ve con malos ojos el reclamo de movimientos de mujeres sobre la corresponsabilidad que debe asumir el estado, la comunidad y el mercado con relación a los cuidados. Y la razón de esto es como contar un cuento de hadas, que ya te sabes de memoria pero que no tiene un final feliz.


Resulta que, cuando hablamos de cuidados, normalmente se asume que la responsabilidad absoluta recaiga en la familia y, dentro de la familia, sobre la mujer. Esto, por la división sexual del trabajo y esa idea que nos inculcan desde pequeñas, a través del juego, que nuestro rol y destino principal es la maternidad. Y claro que puede serlo, si así lo deseamos. Sin embargo, lo que no deseamos es cargar solas con la maternidad. Porque para criar un hijo, el ideal es que ambos padres asuman la responsabilidad de la crianza integral: económica, emocional, familiar, social, etcétera.


Pero esto tiene matices, ya que no basta con la intención de ejercer una crianza integral cuando hay contextos locales adversos que afectan económica y socialmente. Y es ahí donde entra el concepto de “criar en comunidad” o el “It takes a village”, que pasó de ser un dicho que representó las viejas formas de cuidado, a ser una frase que nos recuerda la necesidad del apoyo externo (fuera de los hogares) para cuidar.

El diamante del cuidado


Razavi desarrolló un modelo llamado el diamante del cuidado en el que cada punta del diamante representa a: el Estado, el hogar, el mercado y la comunidad, respectivamente; y en donde, dependiendo de qué tan involucrado esté cada actor -con las políticas y acciones de cuidado necesarias- se puede evaluar si esas políticas de cuidado abordan o alimentan las desigualdades de género y de clase.


Como simple ejercicio, podría uno preguntarse qué punta del diamante tiene una política desarrollada en la localidad donde esté, qué hace falta, cómo se apoya. Pero sabemos que, aunque alguna de esas puntas esté cubierta, aún falta más conciencia sobre la importancia de los cuidados.


Y tanta teoría y explicación ilustrativa puede servir desde el punto de vista educativo, pero desde el punto de vista humano, es necesario que sepan que las cuidadoras estamos agotadas de sostener solas a la sociedad. De que siempre sea necesaria nuestra fuerza física, mental y espiritual para sostener, mientras nadie nos sostiene a cambio. Que del otro lado del espejo lo que solemos ver son críticas, poca empatía y pocas o ninguna mano tendida.

¿Quién cuida a las que cuidamos? ¿Quién se aboca a apostar a nuestro desarrollo personal y profesional para seguir cuidando mientras perseguimos nuestros sueños? ¿Quién transforma ciudades para que se nos sea menos difícil seguir sosteniendo en los brazos? ¿Quién nos acompaña en solidaridad mientras exigimos corresponsabilidad en los cuidados?


Por ahora, solo tengo respuesta a la primera pregunta: nos cuidamos entre cuidadoras. Con presencia, en silencios compartidos, a veces llanto, casi siempre comprensión. Pero nos falta, aún nos falta.

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